Nació en Douremy, pequeño poblado de Francia, el 6 de enero de
1412; su padre era campesino, llamado Jacques d’Arc.
Su infancia transcurrió en un ambiente rural; se cree que nunca
aprendió a leer ni a escribir.
Gran devota de la Virgen María, su madre Isabelle hizo que Juana
sintiera una profunda fe religiosa y dedicara tiempo a sus prácticas
religiosas.
Tenía 14 años cuando dice que empezó a recibir “llamadas
divinas” o “voces” que la llamaban: el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y
Santa Margarita.
Decía que esas voces le daban órdenes, que debía formar parte de
la salvación de su nación.
Contaba esto con tanta insistencia que un tío suyo la llevo a un
comandante para que se lo contara, pero no la creyó y regreso al poblado.
Juana había profetizado sobre una derrota que sufriría Francia y,
al cumplirse la profecía, el comandante la envió ante el rey.
El rey comenzó a confiar en ella y Juana le contaba las cosas
que le decían las “voces”.
Las cosas en Francia estaban muy mal políticamente y, además de
una invasión por parte de los ingleses, era impensable que una ciudad como
Orleans cayera en manos de los ingleses; esas “voces” la
impulsaban a ayudar al Delfín, más tarde rey de Francia Carlos VII. Juana le
convenció de que tenía la misión divina de salvar a Francia; se le concedieron
tropas bajo su mando, con las que llevó al ejército francés a una victoria
decisiva sobre los ingleses en Patay, y a liberar Orleans. Gracias a las
victorias de Juana, el 17 de julio de 1429 Carlos VII fue coronado rey de
Francia.
Juana unió a los franceses, pero Carlos VII no quiso realizar
campaña militar contra Inglaterra.
Sin su apoyo, en 1430 Juana dirigió una operación militar contra
los ingleses en Compiegne, cerca de Paris. Fue capturada, entregada a los
ingleses y juzgada por un tribunal eclesiástico en Ruán acusada de herejía y
brujería.
Fue interrogada durante 14 meses y acusada de maldad por vestir
ropas masculinas y de herejía por creer que era la responsable ante Dios y no
ante la Iglesia Católica; la condenaron a muerte pero al reconocer sus errores
y arrepentirse se le cambió la condena a cadena perpetua.
A su regreso a prisión volvió a vestirse como un hombre para
protegerse de sus carceleros y fue condenada a morir en la hoguera el 30 de mayo
de 1431 en la Plaza del Mercado Viejo de Ruán y sus cenizas fueron arrojadas al
río Sena.
Su dolorosa muerte fue descrita así: “la ataron a un poste y la
quemaron lentamente, murió rezando mientras miraba un crucifijo y se
encomendaba a Jesucristo e invocaba al Arcángel Miguel, nombró tres veces a
Jesús y entregó su espíritu”.
Su estancia en la cárcel supuso muchas humillaciones, y llegó a
decir: “esta cárcel ha sido para mí un martirio tan cruel como nunca había
imaginado que pudiera serlo”.
Destacar que en aquella época era habitual acusar de brujería a
toda mujer que no resultara “conveniente”.
La acusaron de que todas aquellas victorias eran cosa de
brujería, y aunque solicitó que la llevaran ante el Papa, no le hicieron llegar
su petición.
Su juicio estuvo lleno de irregularidades; el tribunal estaba
compuesto solo por sus enemigos políticos, militares y eclesiásticos.
Tenía apenas 19 años, pero dejó atrás una apasionada vida de
honor, entrega y fe en nombre de su patria.
Se cuenta que tras su muerte, personas que regresaban a sus
casas comentaban: “hemos mandado quemar a una Santa”.
Juana de Arco fue una heroína y santa francesa; fue beatificada
el 18 de abril de 1909 y declarada Santa en 1920 por el Papa Benedicto XV.
También fue nombrada Santa Patrona de Francia.
La importancia de Juana de Arco fue la de liberar a su país de
invasores extranjeros, llevando a miles de soldados a la batalla aunque ella no
tenía entrenamiento militar.
Legitimó la corona francesa y sentó las bases del nacionalismo
francés.
Fue una de las figuras más importantes de la Guerra de los Cien
Años en la que se vieron implicadas dos grandes potencias como Inglaterra y
Francia, enfrentadas por cuestiones sucesorias y problemas territoriales.
Será recordada como heroína nacional por los franceses, como
mártir y como Santa por la iglesia, ya que sacrificó su vida sin renunciar a sus
creencias.
El mito de Juana de Arco comienza durante su juicio, que fue
considerado una de las farsas más sobrecogedoras de la historia.
Andrea G. (2º F)
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