sábado, 9 de febrero de 2019

Juana de Arco, la doncella de Orleans


Nació en Douremy, pequeño poblado de Francia, el 6 de enero de 1412; su padre era campesino, llamado Jacques d’Arc.

Su infancia transcurrió en un ambiente rural; se cree que nunca aprendió a leer ni a escribir.

Gran devota de la Virgen María, su madre Isabelle hizo que Juana sintiera una profunda fe religiosa y dedicara tiempo a sus prácticas religiosas.

Tenía 14 años cuando dice que empezó a recibir “llamadas divinas” o “voces” que la llamaban: el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita.

Decía que esas voces le daban órdenes, que debía formar parte de la salvación de su nación.

Contaba esto con tanta insistencia que un tío suyo la llevo a un comandante para que se lo contara, pero no la creyó y regreso al poblado.

Juana había profetizado sobre una derrota que sufriría Francia y, al cumplirse la profecía, el comandante la envió ante el rey.

El rey comenzó a confiar en ella y Juana le contaba las cosas que le decían las “voces”.

Las cosas en Francia estaban muy mal políticamente y, además de una invasión por parte de los ingleses, era impensable que una ciudad como Orleans cayera en manos de los ingleses; esas “voces” la impulsaban a ayudar al Delfín, más tarde rey de Francia Carlos VII. Juana le convenció de que tenía la misión divina de salvar a Francia; se le concedieron tropas bajo su mando, con las que llevó al ejército francés a una victoria decisiva sobre los ingleses en Patay, y a liberar Orleans. Gracias a las victorias de Juana, el 17 de julio de 1429 Carlos VII fue coronado rey de Francia.

Juana unió a los franceses, pero Carlos VII no quiso realizar campaña militar contra Inglaterra.

Sin su apoyo, en 1430 Juana dirigió una operación militar contra los ingleses en Compiegne, cerca de Paris. Fue capturada, entregada a los ingleses y juzgada por un tribunal eclesiástico en Ruán acusada de herejía y brujería.

Fue interrogada durante 14 meses y acusada de maldad por vestir ropas masculinas y de herejía por creer que era la responsable ante Dios y no ante la Iglesia Católica; la condenaron a muerte pero al reconocer sus errores y arrepentirse se le cambió la condena a cadena perpetua.

A su regreso a prisión volvió a vestirse como un hombre para protegerse de sus carceleros y fue condenada a morir en la hoguera el 30 de mayo de 1431 en la Plaza del Mercado Viejo de Ruán y sus cenizas fueron arrojadas al río Sena.

Su dolorosa muerte fue descrita así: “la ataron a un poste y la quemaron lentamente, murió rezando mientras miraba un crucifijo y se encomendaba a Jesucristo e invocaba al Arcángel Miguel, nombró tres veces a Jesús y entregó su espíritu”.

Su estancia en la cárcel supuso muchas humillaciones, y llegó a decir: “esta cárcel ha sido para mí un martirio tan cruel como nunca había imaginado que pudiera serlo”.

Destacar que en aquella época era habitual acusar de brujería a toda mujer que no resultara “conveniente”.

La acusaron de que todas aquellas victorias eran cosa de brujería, y aunque solicitó que la llevaran ante el Papa, no le hicieron llegar su petición.

Su juicio estuvo lleno de irregularidades; el tribunal estaba compuesto solo por sus enemigos políticos, militares y eclesiásticos.

Tenía apenas 19 años, pero dejó atrás una apasionada vida de honor, entrega y fe en nombre de su patria.

Se cuenta que tras su muerte, personas que regresaban a sus casas comentaban: “hemos mandado quemar a una Santa”.

Juana de Arco fue una heroína y santa francesa; fue beatificada el 18 de abril de 1909 y declarada Santa en 1920 por el Papa Benedicto XV.

También fue nombrada Santa Patrona de Francia.

La importancia de Juana de Arco fue la de liberar a su país de invasores extranjeros, llevando a miles de soldados a la batalla aunque ella no tenía entrenamiento militar.

Legitimó la corona francesa y sentó las bases del nacionalismo francés.

Fue una de las figuras más importantes de la Guerra de los Cien Años en la que se vieron implicadas dos grandes potencias como Inglaterra y Francia, enfrentadas por cuestiones sucesorias y problemas territoriales.

Será recordada como heroína nacional por los franceses, como mártir y como Santa por la iglesia, ya que sacrificó su vida sin renunciar a sus creencias.

El mito de Juana de Arco comienza durante su juicio, que fue considerado una de las farsas más sobrecogedoras de la historia.

Andrea G. (2º F)

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